En México la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante siete décadas marcó una forma de quehacer político en nuestro país. Basta con recordar que el PRI mantuvo todos los poderes ejecutivos estatales hasta 1989 y no fue sino hasta 1997 cuando perdió la mayoría en el poder legislativo federal. El 2000 significó para la historia contemporánea de nuestro país el año de la culminación de la alternancia, si bien el PRI ya no era el partido que “ganaba” todas las elecciones en todos los niveles de gobierno desde la década de los 80, no fue sino hasta el 2000 cuando perdió la presidencia de la República. Entonces, en las últimas dos décadas en México se pueden ubicar cambios que permiten pensar que en México se camina a un sistema político democrático con todas las desavenencias que también se han presentado.
En una revisión rápida podemos constatar que existen elementos para considerar un desarrollo democrático en el país. La mayoría de los analistas políticos después del triunfo del partido de derecha en México, el Partido Acción Nacional, celebraban la consolidación de la democracia en el país, se decía que la transición a la democracia había llegado a su clímax. Sin embargo, un episodio más en la historia reciente vendría a cuestionar dichas aseveraciones. Si el 2000 fue conocido como el año de la alternancia, el 2006 será recordado como el año en el que las instituciones no estuvieron a la altura de las necesidades político-sociales. Las elecciones federales de 2006 estuvieron marcadas por la duda de un fraude electoral y por el señalamiento de que los personajes que encabezaban las instituciones democráticas de reciente creación habían sido los promotores del mismo. No podemos asegurar que dichos hechos hayan sido así, sin embargo, la percepción ciudadana fue que las elecciones habían sido fraudulentas y que la herencia del PRI de las formas de hacer política seguía impregnando a las instituciones políticas en México.
Dentro del contexto nacional hemos pasado de la celebración de la democracia al cuestionamiento de qué tipo de democracia hemos creado (en el mejor de los casos) o nos han creado nuestros representantes. El cuestionamiento que hace la ciudadanía en general es ¿para qué sirve la democracia?, ¿cuáles son las ventajas de la tan anhelada forma de gobierno?, ¿es mejor un gobierno autoritario como el del PRI que mantuvo una cierta estabilidad económica a un sistema que se dice democrático pero no se refleja en la calidad de vida de los mexicanos?
Entrar en la discusión de estas interrogantes se ha vuelto un eje para ACORN, Ciudad de México.
El contexto nacional nunca es ajeno a las particularidades de cada región. En la ciudad de México que presenta problemáticas de diferentes índoles, también se ha vivido un proceso de cambio político-social en los últimos años. La administración pública y el gobierno de la ciudad hasta antes de 1997 la decidía el regente que era nombrado por el entonces Presidente de la República, es decir, en el Distrito Federal (D.F.) no se elegían a los representantes locales. La primera elección del poder Legislativo (Asamblea de Representantes del D.F.) junto con la elección por primera ocasión del Jefe de Gobierno y las Jefaturas Delegacionales se dio en 1997. Los ciudadanos en el D.F. eligieron a sus representantes y decidieron votar mayoritariamente por el partido de izquierda en México, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
La gestión del PRD que al día de hoy continúa, abrió canales para la participación ciudadana en diferentes ámbitos, por dar algunos ejemplos, se creo la Dirección General de Participación Ciudadana que entre sus programas llevo a cabo acciones como la del presupuesto participativo. Además se instituyeron programas sociales de apoyo a adultos mayores, a madres solteras, entre otros. En términos generales en el D.F. se tienen instituciones más avanzadas de democracia que en el resto del país. Sin embargo, aún no es suficiente.
En ACORN Ciudad de México hemos analizado la realidad de nuestro entorno político-social tanto en el contexto nacional como local y por ello hemos desplegado un trabajo en aras de fortalecer la democracia participativa con un sentido de apropiación de la misma desde abajo, es decir, si hoy existe un desencanto ciudadano por la democracia es porque ésta ha estado en manos de nuestros representantes y ajena a los ciudadanos. En ACORN Ciudad de México estamos convencidos de que el rumbo para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía está en la participación de la misma.
La tradición de hacer política en México fue forjada por un sistema paternalista que redujo al máximo los canales de participación y romper con esos vicios del príismo en México no es tarea sencilla. Fueron cerca de ocho décadas en el que el sistema político mexicano dirigido por los líderes del PRI determinaron e impregnaron una cultura política de autoritarismo. Las diferentes luchas sociales que desde los cincuenta se manifestaron fueron a paso lento pero avanzando en abrir espacios de participación y hoy ACORN Ciudad de México se suma a la necesidad de que en México se vea en la política y en la participación ciudadana una forma de mejorar nuestras comunidades.
Nuestro trabajo está en la formación y apoyo de las comunidades que desean hacer realidad los espacios de participación para el mejoramiento del entorno social, político y cultural. Por ello, hemos puesto énfasis en cursos que promocionan la democracia participativa, es decir, énfasis en la organización comunitaria, en la comunicación y el justo derecho de hacer una realidad una vida digna para todos que contemple, una vivienda, sistema de salud gratuito, trabajo bien remunerado, educación, etc. En ACORN Ciudad de México trabajamos por hacer de la democracia participativa un espacio común de organización y convivencia social.
